POESIA FUEGO Y TERNURA

POESIA FUEGO Y TERNURA - 6TA EDICION.mp3

jueves, 31 de mayo de 2012

María Calcaño









Poeta venezolana nacida en Maracaibo en 1906. Fue reconocida tardíamente por la crítica literaria, es la primera poeta venezolana de la modernidad, ello se reconoce en la expresión libre con que reconoce y enaltece el goce del cuerpo y de la expresión del mismo. Publicó tres libros, Alas fatales (1935), Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956) y Entre la luna y los hombres (1961), éste último póstumo. En 1996 se publicaron sus Obras Completas. Maria Calcaño no siguió los moldes estéticos de su época y su obra cargada de un intenso erotismo fue calificada de inmoral. Murió en Maracaibo el 23 de diciembre de 1956.

Carne

Carne...
difunde el aliento
de tu pecado más hermoso:
tu eres como un jardín
Vacíate
en el que quiebra
el tapiz de oro de tus vellos
dócil
como las criaturas que esperan a Dios
Prende como rosas desnudas
las cien cabelleras desordenadas
Carne...carne mia!
intensamente llama,
intranquila poseedora:
abre!
tu eres como un jardín.

Totalidad

Ya suben tus manos
en mi carne apretada
ya me suben tus manos,
y te siento la venas
tan ardientes y llenas
¡que dan vuelos!
Ya me ahogan los pechos
y se adueñan
de todos los tesoros...
sobre la quemadura de los cuerpos
crujen las ligaduras
de los brazos estrechos
¡Ya tengo tu carne,
ya la tengo completa!
sobre mi vestidura
de finos vellos de oro.

¡Tenerme, tenerme Toda!

Tenerme
es algo más que este clima de noches blancas,
flotando en mi alegre vestidura.
Tener mis brazos cargados de leyendas
de cauces misteriosos, de islas
y de niños errantes que me piden el pecho
Y tener todos mis momentos
los que elevados en gritos
hicieron de mi carne su tejido.
Y esta pincelada de lunas nuevas
que bajo los hombres
tiene el propio sabor de la vida
¡Tenerme, tenerme Toda!
Aún para las dulce siegas
mi vientre está elevado...
¡Ay!, que soy solo esto:
tierra pegada a la tierra,
cielo que me circunda, y me huye, y me alumbra.
escalerilla de niños
Casa de azúcar...
ya no te gustaría otra mujer!

Andrés Caicedo


Luis Andrés Caicedo Estela nace el 29 de septiembre de 1951 y muere el 4 de marzo de 1977 en Cali, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida.

Se trata de un escritor precoz que desde que descubrió su vocación por la literatura no quiso perder ni un minuto de su vida, hasta el punto de convertir la construcción de su obra en una obsesión. En 1964, cuando entró a cursar tercer grado, escribió su primer cuento, El Silencio, pero es al parecer hasta 1969, año en que gana el segundo premio del Concurso Latinoamericano de la Revista Imagen de Caracas con el cuento Los dientes de Caperucita -del que había escrito siete versiones-, que Caicedo logra consolidar una disciplina en la escritura. Desde ese momento, Caicedo continuó escribiendo cuentos cortos y piezas teatrales, y comenzó a escribir sus primeras novelas.

En la época de los festivales teatrales de los setenta se conocieron sus primeras obras teatrales Recibiendo al Nuevo Alumno y La Piel del otro héroe. Asistió a las reuniones un grupo de escritores de la ciudad llamado Los dialogantes que contaba con la participación de escritores y críticos como Carmiña Navia, Gustavo Álvarez Gardeazábal, y Eduardo Serrano entre otros y a partir de la cuál inicia un periodo de compulsividad en su consciente formación como escritor.

A su vez, y sin detener su actividad literaria, trabaja con el Teatro Experimental de Cali como actor. Allí funda el Cineclub de Cali, que inicialmente funcionaría en la sala del TEC para posteriormente ser trasladado al desaparecido Teatro Alameda y luego al Teatro San Fernando, cineclub que poco a poco se convierte en “una actitud generacional” para los jóvenes de Cali, epicentro de una intensa actividad cultural en la ciudad y que junto con Ciudad Solar –especie de posada - espacio cultural- se convierten en centro de operaciones y disipaciones de Andrés y su grupo de amigos. También es desde el cineclub que planea y ejecuta su folleto Ojo al cine que hacia 1974 se convertiría en la revista especializada sobre cine más importante de Colombia. Es también entre el cineclub y Ciudad Solar que Caicedo iniciaría sus proyectos cinefílicos con sus “pocos buenos amigos” entre los que sobresalen Hernando Guerrero, Luis Ospina, Carlos Mayolo y Sandro Romero, con quienes intenta llevar al cine su guión Angelita y Miguelángel, de cuyas grabaciones todavía se conservan algunos fragmentos.

En 1973, Caicedo viajó a Estados Unidos, con cuatro guiones de largometrajes escritos por él y que pretendía vender al cineasta Roger Corman. Fue allí donde iniciaría la escritura de Que viva la música y la redacción de Pronto, memorias de una cinesífilis, diario que pretendía convertir en novela. En 1974 escribió el cuento corto Maternidad, que él mismo consideraba su obra maestra. En 1975 publicó con el patrocinio de su madre en las Ediciones Pirata de Calidad su relato El Atravesado que tuvo un éxito relativo a nivel local. También entregó ese mismo año la versión final de ¡Que viva la música! a Colcultura para ser publicada. En 1976 la casa editora Crisis, de Buenos Aires, compró los derechos de impresión de ¡Que viva la música! Caicedo intentaría por primera vez suicidarse ese año.

Finalmente y cuando tenía tan sólo 25 años, el 4 de marzo de 1977, después de recibir el primer original de la novela ¡Que viva la música! Publicado por Colcultura, Andrés Caicedo muere de una sobredosis al ingerir intencionalmente 60 pastillas de Seconal, según él, porque "vivir más de veinticinco años era una insensatez". Caicedo consideraba que debía dejar el mundo antes de pasar los veinticinco años, pero habiendo dejado una prueba de su existencia como forma de trascender.

A pesar de su temprana muerte, Caicedo dejó un gran legado a la literatura colombiana, el cual se puede ver reflejado en la obra de autores como Manuel Giraldo 'Magil', Octavio Escobar Giraldo, Rafael Chaparro Madiedo y más recientemente Efraím Medina y Ricardo Abdahllah. El grupo de teatro Matacandelas de Medellín ha presentado durante años la obra Angelitos Empantanados, basada en los cuentos homónimos del escritor.

Analizando su muerte, Alberto Fuguet (Escritor y Cinéfilo Chileno) autor de la famosa biografía "Mi cuerpo es una celda" dice:

“Caicedo es el eslabón perdido del boom. Y el enemigo número uno de Macondo. No sé hasta qué punto se suicidó o acaso fue asesinado por García Márquez y la cultura imperante en esos tiempos. Era mucho menos el rockero que los colombianos quieren, y más un intelectual. Un nerd súper atormentado. Tenía desequilibrios, angustia de vivir. No estaba cómodo en la vida. Tenía problemas con mantenerse de pie. Y tenía que escribir para sobrevivir. Se mató porque vio demasiado”, dice

martes, 29 de mayo de 2012

Los Conozco

Conozco quienes,
envilecidos por
su acondicionada
posición en la sociedad,
se esgrimen
como los auténticos
representantes de la cultura.

Conozco a los que
se creen rebeldes
por mezclar algunas
tendencias primorosas,
haciendo manifiestos
grandilocuentes
en nombre del espectáculo.

Regentes del caos creativo,
balbucientes del equilibrio
que jamás increpan,
decoradores del instante,
artificios de la manutención.

Conozco a los exaltadores
del romanticismo moderno,
los nostálgicos de
“El Espejo de la Musa”,
Estereotipos de artífices.

Conozco a los patéticos
Vanguardistas de la forma,
incluso a los que dicen
no serlo y lo son,
como coágulos de técnicas
que flotan en círculos.

Restauradores de la razón,
institucionales del pensamiento,
estáticos de oficio,
tontos útiles,
discrepantes admisibles.

Conozco a los dueños
de las butacas,
de las tarimas,
del papel y la tinta,
de los tinteros modernos,
de la naturaleza aún viva.

Conozco a quienes
editan orgullos
con mieles y pétalos de rosas,
los que no dudarían
ni un segundo
en abandonar las filas
del proletariado
en nombre de la revolución,
para dedicarse a fundar
corrientes literarias.

Los cabezas de copas,
con capas negras
que guindan de sus pieles,
cigarrillos largos
que acarician
como gatos en sus divanes.

Conozco a esos
intelectuales de izquierda
que reproducen el cuento
de que la historia universal
se resume a la historia
de la Europa omnipotente.

Conozco los hábiles
creadores de prejuicios,
virtuosos del oficio
que desde sus burbujas
de cemento y asco,
lanzan sus faenas esperando
bombos y platillos.

Los Conozco,
sé de sus intentos
por hermosearse entre
el burocratismo y las acomodadas
concepciones del arte.

Sé de sus miedos
a la poesía de muchos filos...

“Yo me celebro en la poesía
como quien celebra una boda
con un cuchillo,
pero digo,
y que mi boca sea borrada
desde los últimos rincones del infierno,
la poesía sacará sus uñas
y nos verán a todos,
no precisamente
con las manzanas en las manos.”

Por: Adal Hernández